lunes, 28 de noviembre de 2011

Era pequeño...


Era pequeño, tan pequeño que el creador apenas podía recordar haberlo puesto ahí,
este solo pasaba de largo, ensimismado en inconmensurables tareas, alejándose en el
horizonte.

Entonces empezó a crecer. Nadie lo molestaba y pese a que el sol aun no existía,
algo le decía que debía crecer para arriba, aflorar, buscar un sitio entre el vacío y dejarse
ver.

Entonces el creador volvió. Y al atisbar el horizonte pudo contemplarlo, pasado
tanto tiempo, apenas se acordaba de haberlo puesto ahí. Era sublime, sin duda su más
grandiosa creación.

Y lo contempló largo tiempo, entonces supo que algo fallaba… ¡si su creación
seguía creciendo terminaría por rodear el mundo y ahogarlo a él! Debía buscar más
creaciones y que entre ellas se pelearan por el poder, de manera que siempre fuesen lo
suficiente débiles para que todo ese caos impidiera que alguna de ellas gobernara sobre él.

Pues él no era un recuerdo.

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