En los albores del tiempo,
reinando sobre un mar de caos flotaba la Emperatriz oscura.
A su alrededor no había nada
sino un inviolado abismo negro que fluía sin orden. En esta oscuridad, acunada,
la Emperatriz se durmió y soñó que se retorcía sobre si misma, se torneaba y
deshilaba su ser hasta poder morder su otra orilla, derritiéndose lentamente y empezando
a girar a un ritmo frenético.
Y aquella que era pura voluntad
y poder encontró su forma, y entonces todo a su alrededor cobró sentido, el
abismo dio forma al espacio, el vacío a la materia y juntos formaron el flujo astral.
La
Emperatriz del universo moldeó el espacio curvo y su sueño originó una marea
incesante en la que todas las formas del universo fueron reflejo de su creadora
y se retorcieron hasta ser únicos, perfectos, sin principio y sin fin,
completamente doblegados a la voluntad del cosmos.
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