domingo, 30 de octubre de 2011

Pigmalión postmoderno


Pigmalión era un gran y apasionado escultor. Tras haber viajado mucho y visto medio mundo sin haber encontrado ningún modelo digno de la perfección de su imaginario, decidió recluirse en su taller. Había abandonado su vida para dedicarse de lleno a su profesión. En su cabeza tan solo cabía un pensamiento y un deseo, el de hacer la estatua mas hermosa jamás vista. Así es que se pasaba las horas en el taller, investigando qué es lo que hacía un rostro más hermoso y un cuerpo más perfecto.

Así es que, tras realizar infinitas pruebas y aproximaciones, logró entender la esencia de la creación de la belleza. Eufórico ante tal descubrimiento eligió el bloque de mármol de mayor calidad, el cual tenía reservado en su estudio para la que sería la obra  más perfecta jamás vista. Cogió el cincel y se puso manos a la obra.

Tenía tan claro lo que quería que enseguida extrajo unos proporcionados volúmenes del bloque. Pigmalión trabajaba continuamente, sin apenas parar para dormir o comer.

Según pasaban los días, el sudor de la frente del escultor hacía salir a la luz las perfectas facciones de la creación. Y con cada gota que Pigmalión derramaba, más vida parecía cobrar la obra.

Tras jornadas y jornadas de trabajo sin descanso, el hombre, exhausto, comenzó a apreciar un extraño brillo en el pecho de la estatua... Llevaba días durmiendo apenas unas horas así que no le dio importancia y continuó con su labor, total y únicamente dedicado al proyecto de su vida.

No faltaba mucho, tan solo faltaba afinar la textura y las facciones… cuando una mañana, al levantarse en el lecho que había situado al lado de la estatua observó un extraño brillo escarlata que ya no podía obviar. La estatua parecía más acabada de lo que la había dejado el día anterior. Confuso y extenuado prosiguió con su labor. Pero aquella luz parecía trabajar por su cuenta y hora tras hora aparecían zonas de la estatua terminadas que Pigmalión no había tocado.

En un momento al borde de la extenuación, el escultor no lo aguantó más, algo estaba haciendo que la estatua cobrara vida por si misma, así que agarró el cincel e hizo lo que  ningún escultor haría, lo clavó directamente en el corazón de la estatua, extrayendo un pedazo de pecho. Mientras este pedazo de pecho caía, tras él iba la fría estatua que finalmente, inerte, yació en el suelo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario